top of page
101 Cuentos Particulares
101 Ilustraciones inspiradas en cuentos de Teo Serna / Montaje digital / 21X21 / 2021.
Partícula: Parte pequeña de materia
(del D.R.A.E.)
Despertó. Ignoraba que seguía soñando.
Erik Satie. "Gnossiennes V".
No me fío de este espejo. Ella siempre se miraba aquí.
Te advertí que los dulces, tarde o temprano, iban a darte un disgusto.
Cuando leas esta nota ya habrás comido los bombones envenenados que te regalé para tu cumpleaños… ¡siempre fuiste tan golosa!
Cuando leas esta nota ya habrás comido los bombones envenenados que te regalé para tu cumpleaños… ¡siempre fuiste tan golosa!
La araña avanza hacia mí. Su sombra oscurece la casa.
Toco en este piano el totemtantz perfecto: las teclas están hechas con el marfil de sus huesos. Así, las escalas descendentes bajan hasta el mismísimo infierno donde, sin duda, estará ahora.
Maulló la gata de porcelana blanca sobre la mesita de noche, a la luz pálida de una luna enfermiza. Hacía un año que murió Ra, de quien era copia exacta, hierática y fría.
¿Me preguntas si te amará mientras vivas? —dijo el adivino—. Sí, porque morirás mañana — contestó—. Añadiendo luego: Son 50 por la consulta… y se quedó tan pancho.
Riego la flor que me regaló porque, si se secara, sus palabras se volverían pétalos marchitos y nunca pronunciaría el “sí, quiero”.
King-Kong, cariño, compréndelo: lo nuestro es imposible; además, mi ginecólogo me lo ha prohibido terminantemente.
La patinadora escribió un mensaje en el hielo con sus cuchillas, que sólo pudo ser leído por Dios y por un electricista que reparaba una lámpara de neón aquella noche. Aquel electricista comparte un secreto con Dios.
Triste y arruinado, el tragafuegos circense vende cerillas y tabaco en un café de artistas. Cuando alguien le pide lumbre, el tragafuegos baja la mirada, sintiendo que un fuego (otro fuego) le quema lentamente; un fuego que no es el fuego que consume a los cigarros.
¡Pasen y vean, señoras y señores! Pasen y vean la única cucaracha gigante del mundo. Una cucaracha del tamaño de un hombre que, además, responde por su nombre. ¡A ver, Gregorio Samsa, saluda con tus patas a estos amables señores!
¡Viva la muerte! -dijo el general-. Y la muerte vivió en su ojo tuerto.
¡La mariposa aquella que, enamorada del arquero, se posó en la punta de su saeta con el ánimo presto al suicidio, cuando se produjese el disparo!
El violín está deseando crecer para ser abrazado por la violoncelista
Tras un tratamiento hormonal, el enano Pu-Li pudo casarse al fin con la giganta Tchi-Fai. Ahora, después de un año, Pu-Li quisiera volver a su enanez primitiva: está cansado de los ronquidos gigantes de Tchi, de sus gigantes reproches, de sus engaños gigantes. Pero los caminos de la ciencia —y los del amor— no siempre se pueden desandar.
Cuando el suicida abrió la espita del gas, escuchó su chsssssssst... Esto le molestó tanto que la cerró diciendo: “¡Que se creerá ésta!”
Yung-Lu vive en un alambre, a 100 metros de altura. Sueña con pasar unas vacaciones en un círculo.
La tortuga es un animal imposible para la caricia. Como el pez. Como el caracol. Como tú, ahora.
Su despedida se registró en un mensaje en el móvil. Diez años quedaron reducidos a dos frases breves en el display con una falta de ortografía. No somos nada.
Faustino Hernández es reparador de pararrayos: todos los días sube a los tejados para enderezar, limpiar o adecentar alguno.
El deseo secreto de Faustino es recibir una descarga eléctrica cuando esté en plena faena.
“No sé —dice—, sería como sentir la caricia terrible de Dios; como sentir su mano sobre mí, exclusivamente sobre mí”.
El deseo secreto de Faustino es recibir una descarga eléctrica cuando esté en plena faena.
“No sé —dice—, sería como sentir la caricia terrible de Dios; como sentir su mano sobre mí, exclusivamente sobre mí”.
El pararrayos se aburre mortalmente en su espera de tormentas. Cuando, al fin, Dios firma la noche con su rúbrica eléctrica, el pararrayos acoge aquella muerte pálida con un orgasmo estremecido y la guarda para siempre en su pozo embalsamado de ozono. Es el secreto del pararrayos.
El tendero sisaba metódicamente en el peso: 25 gramos por kilo, exactamente. A lo largo de su vida estafó más de 25 toneladas a sus confiados clientes. Murió aplastado por una gran roca, de peso similar, al tomar una curva en una carretera suiza. Sus clientes, consternados e inocentes, arrojaron cada uno en el entierro un puñado testimonial de tierra (de unos 25 gramos) sobre su ataúd de caoba.
“Hola, soy Juan, en este momento no estoy en casa. Dentro de unos días, tampoco estaré; quizá nunca vuelva aquí. Así que, si quieres, puedes dejar tu mensaje, o mejor, no digas nada. Suma tu silencio al silencio que sigue a la señal.”
No sé dónde estoy. Hay palmeras aquí, y raros animales que me espantan con sus gritos. Vivo en una cueva, cerca de la playa. Sólo una cacatúa me acompaña. Una cacatúa y una foto tuya, de cuando estuvimos esquiando en Andorra y todavía nos queríamos.
¡Si supieras lo que te echo de menos aquí, en esta isla desierta y blanca!
Creo que este mensaje nunca te llegará, como no te llegaron mis últimos e-mail... Aunque quizá las corrientes marinas sean más fiables que la corriente eléctrica…
¡Si supieras lo que te echo de menos aquí, en esta isla desierta y blanca!
Creo que este mensaje nunca te llegará, como no te llegaron mis últimos e-mail... Aunque quizá las corrientes marinas sean más fiables que la corriente eléctrica…
Piso el charco y tu imagen desaparece en ondas concéntricas. Siempre sospeché que estabas aliada con la fugaz geometría.
bottom of page